“No
vamos a ninguna parte, sin embargo nos movemos constantemente vamos y venimos,
tomamos la carretera, subimos por escaleras bajamos por asesores, entramos a la
oficina, salimos de la casa, visitamos a los parientes, vamos al supermercado,
prendemos computadora y revisamos los email, pero toda esta actividad, en rigor
de verdad, no nos conduce a ninguna parte, no vamos a ningún lado por que
cuando despertamos siempre estamos aquí.”
La descripción anterior nos muestra como
la mayoría de las personas operamos en la vida cotidiana, la que se caracteriza
por repetir inconscientemente sus prácticas y que finalmente determina quienes
somos y nuestras oportunidades. Pero a veces tomamos consciencia que nada ha
cambiado, el trabajo que tenemos sigue disgustándonos, el jefe continúa siendo
una molestia, los problemas que tengo con mi señora se repiten y la única cosa
que de verdad cambio, es que estamos más viejos, cansados y frustrados. Eso es lo que quiere decir “que
siempre cuando despierto estamos aquí.”
La descripción anterior es verdadera
para personas así como en organizaciones, las que nunca establecen su potencial
y determinan acciones para alinearse con él.
El coaching es una práctica, que con
la ayuda de un coach, que genera una danza de preguntas, permitiéndole al
coachee ir tomando consciencia de aquellas cosas que nos incomodan, de esos
sueños que no nos atrevemos a abordar, de las actitudes que nos molestan, de
las relaciones que nos tienen cansados, ….. o sea; reconocemos el lugar donde
estamos, y es sólo desde aquí donde nos encontramos, que podemos iniciar el
proceso de cambio. Esta toma de consciencia o despertar, como prefiero
denominarlo, es sólo el primer peldaño en la escalera.
El trabajo real sólo comienza cuando
efectuamos la declaración de que queremos despertar, despertar, despertar, ese
grito ahogado que resuena en nuestro interior y que viene acompañado del temor
que conlleva lo desconocido.
Lo que sabiamente nos señala Gandhi se
hace carne mediante la disciplina, y el rigor de la práctica, y que determina
finalmente quienes somos, o como dice
más sabiamente Aristóteles “nosotros
somos lo que hacemos repetidamente.”
Definimos inicialmente práctica; como el
acto de hacer algo de forma repetida hasta que se transforma en un
comportamiento, una actitud.
Los rituales que practicamos todas las
mañanas como tomar café, leer el periódico, elegir el camino en que nos
dirigimos a la oficina, nuestro comportamientos en las reuniones, nuestra
actitud cuando nos vemos enfrentados a realizar trabajos molestos. En todas
esas situaciones estamos practicando como debemos ser, aunque por lo general
sin una intención consciente.
Lo señalado es importante por cuanto a
mayor práctica en algo, nos vamos convirtiendo en expertos. Nuestra experiencia
nos enseña que algunas veces estamos practicando y no tomamos consciencia
cuanto mejoramos en aquello, pero de hecho realmente estamos mejorando – quizás
no estamos siendo mejores en aquello que realmente deseamos serlo.
Existen 2 áreas centrales en las que
necesitamos focalizarnos para comprender la práctica, y como ésta se relaciona con
nuestro crecimiento y cambio personal, podemos dividirlas en:
a. Prácticas por defecto
Éstas prácticas
son comportamientos que están profundamente enraizados o arraigados y que
realizamos de forma automática, coherente, e inconsciente; en respuesta a una
situación determinada. Profundizando los conceptos recién vertidos, podemos
señalar que:
Ø Automáticamente;
significa que es la primera reacción que esgatillada en nosotros cuando
estamos frente a una situación en particular.
Ø
Coherente;
significa que es una reacción con la que enganchamos de forma frecuente.
Ø Inconsciente; significa que nosotros
tenemos un determinado comportamiento sin ser conscientes de que probablemente
existen otras respuestas que podríamos elegir frente a dicha situación.
Este tipo de
prácticas son comportamientos y reacciones aprendidas que hemos heredado a
través de las experiencias de nuestras vidas y fueron determinadas por la familia,
cultura, nacionalidad, condición social, etc.
Lo especial de
éstas prácticas es que normalmente ellas son transparentes y en la actualidad
no se encuentran alineadas con los valores, objetivos y desafíos a los que nos
vemos enfrentados hoy día.
O sea, se
transformaron en problemáticas y en una limitación que nos impide llegar a donde
nos hemos propuesto.
La buena
noticias es que podemos aprender a identificar y observar este tipo de prácticas
por defecto. En vez de reaccionar inmediatamente con ellas ante un estimulo, podemos
aprender otras formas de relacionarnos con el conflicto, el poder, nuestras
emociones y las de otras personas.
Para estar más
conscientes de nuestras prácticas por defecto debemos comenzar a prestar
atención a nuestras reacciones automáticas.
b. Prácticas intencionales
Estas prácticas
las elegimos realizar para cambiar la
forma en que nos vemos a nosotros mismos y como somos vistos por el mundo. A
través de estas nuevas prácticas incrementamos nuestras elecciones disponibles
y nos alineamos con nuestros valores presentes.
Las nuevas
prácticas que elegimos realizar nacen como la respuesta que nos damos a las
siguientes 2 preguntas:
Ø
¿Cuáles
son las cosas que realmente me importan y con las que quiero comprometerme?
Ø ¿Por qué esas cosas me importan de
verdad?
Existen 3
aspectos claves que explican el poder de las prácticas transformativas, que
debemos tener presentes:
1.
Las
prácticas que elegimos realizar deben estructurarse a partir de nuestros
compromisos, los que a su vez se fundan en la misión y valores que nos hemos definidos.
2.
Las
prácticas intencionales elegidas ponen al descubierto toda nuestra resistencia
al cambio. En cada oportunidad en que nos enfrentamos a realizar la práctica,
encontraremos infinidad de razones por la cuales evitar realizarlas y evadirnos
de ella. Es necesario abrazar estas resistencia y aprender a sobrellevarlas.
3.
La
práctica comienza a dirigir y modelar la forma en que nos enfrentamos a los
eventos que nos ocurren en el mundo. La práctica produce un cambio en nuestras
mentes, cuerpos, y estados de ánimo movilizándonos hacia una nueva forma de ser
dado que estamos viviendo una nueva narrativa mental, orientación emocional y
forma corporal.
Cada vez que realizamos una práctica, estamos
durante ese tiempo, interrumpiendo los viejos hábitos y viviendo nuevos
patrones que son los que estamos buscando incorporar. Es por lo anterior, que en las tradiciones
antiguas se habla de morir y volver a nacer.
Quizás la parte más sensible como coach
reside en poder apoyar y guiar al coachee a transitar en este proceso de
renacimiento, donde tiene que ponerse en contacto con ese ser humano que late
dentro de él y que busca despertar.
Luego del camino recorrido en este
documento, que les parece si retornamos al comienzo:
“No vamos a ninguna parte, sin embargo
nos movemos constantemente vamos y venimos, tomamos la carretera, subimos por
escaleras bajamos por asesores entramos a la oficina, salimos de la casa,
visitamos a los parientes, vamos al supermercado, prendemos computadora
revisamos email, pero toda esta actividad, en rigor de verdad, no nos conduce a
ninguna parte, no vamos a ningún lado por que cuando despertamos siempre estamos aquí.”
La diferencia en esta oportunidad es
que luego de tomar consciencia y realizar las práctica que elegimos, alineadas
con ese ser humano que busca despertar, el
“siempre estamos aquí”, sigue siendo verdad pero lo mágico es que no es el
mismo punto de partida, se parece algo a la siguiente foto.
No te muevas, no pierdas la
concentración, no respires agitadamente solo relájate y escucha sin miedo, sin
angustia, sin recriminaciones y con mucha atención tu propio grito ahogado de
despertar, despertar, despertar que resuena en tu interior y él que también
resuena en las organizaciones donde te desenvuelves.
Como siempre, te invito a compartir un
momento de silencio para que escuchemos juntos nuestro gritos ahogados de
despertar y luego conversemos al respecto.
Autor: Javier Guinguis Ch.
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